Con permiso de Alemania este jueves (dura prueba) y del vencedor de la semifinal entre País de Gales y Portugal, Francia está ante la ocasión de optar a su tercer título continental a nivel de selecciones y pasar así a encabezar, con tres entorchados, el palmarés de la Eurocopa junto con la propia Alemania (Bélgica ‘1972, Italia ‘1980 e Inglaterra ‘1996) y España (España ‘1964, Austria y Suiza ‘2008 y Polonia y Ucrania ‘2012). Por su parte, los franceses triunfaron en su propio país en 1984, en aquella final ante España, marcada por el clamoroso fallo de Luis Miguel Arconada en una falta directa lanzada por Michel Platini y en 2000, en la primera Euro organizada conjuntamente por dos países, Bélgica y Holanda, en concreto.
Y fue aquella del 2000 una Eurocopa en la que Francia partía como una de las grandes favoritas (no en vano, venía de proclamarse dos años antes campeona del mundo, por primera vez en su historia) y en la que terminó alzándose con el trofeo, cierto es, pero también lo es el hecho de que lo logró un forma un tanto agónica. Por ende, se convirtió en la primera selección en proclamarse campeona de Europa tras haber sido campeona del Mundo dos años antes; Alemania lo había hecho en el orden inverso (Mundial en 1972 y Eurocopa en el 1974) y España lo haría años después en ‘ambos órdenes’: Eurocopa ‘2008, Mundial ‘2010 y Eurocopa ‘2012.
Era aquella Francia un equipo muy consolidado, un equipo de aquellos que llevan varios años jugando juntos, un equipo que presentaba una mezcla de jugadores en la fase final de su carrera, la gran mayoría, de hecho (Laurent Blanc, Marcel Desailly, Patrick Vieira, Didier Deschamps, Bixente Lizarazu o Yuri Djorkaeff…), jugadores en plena madurez futbolística (Zinedine Zidane, Lillian Thuram, Sylvain Wiltord o Cristophe Dugarry) y estrellas emergentes(despuntaban por aquel entonces Thierry Henry o David Trezeguet).
En aquella Eurocopa, todavía con 16 selecciones participantes, repartidas en cuatro grupos de cuatro, a Francia le tocaron como rivales Holanda, Dinamarca y la República Checa. Un grupo, el D, no excesivamente fácil pero en el que holandeses y franceses partían como claros favoritos. Como anécdota de la fase de grupos de esta Euro decir que el grupo A quedó conformado por Alemania, Inglaterra, Portugal y Rumanía (un verdadero ‘grupo de la muerte’) y en el que, contra todo pronóstico), Portugal fue primera y Rumanía, segunda, dejando eliminados a alemanes e ingleses.
Francia comenzó su andadura con una cómoda victoria ante los daneses, por tres goles a cero (Blanc, Henry y Wiltord serían los goleadores) y otra algo más apurada, ante la República Checa, sorprendente subcampeona 4 años antes, por dos tantos a 1 (Djorkaeff y, de nuevo, ‘Titi’ Henry serían los goleadores).
Zinedine Zidane fue nombrado mejor jugador de aquella Euro (Foto: depor.com) |
Dos partidos, dos victorias; cinco goles a favor y tan sólo uno en contra. Todo parecía sonreír a los campeones del mundo. Sin embargo, en el tercer partido del grupo frente a Holanda, comenzaron los problemas: pese a adelantarse por dos veces en el marcador (goles de Dugarry y Trezeguet), Francia vio cómo le igualaban por dos veces el marcador (Kluivert y Frank de Boer) y cómo un tercer gol holandés, obra de Zenden, le hacía finalmente ‘hincar la rodilla’. No era sólo la derrota; era que ésta relegaba a los franceses a la segunda plaza del grupo D y, por tanto, a enfrentarse en cuartos de final con el campeón del grupo C, a la sazón, España. Otra de los hechos sobresalientes de aquella primera fase fue que España estaba eliminada en el minuto 90 del tercer partido de su grupo y que dos goles de Mendieta y Alfonso, en los minutos 94 y 95, dieron a vuelta a algo que parecía irreversible y que situaron a España como campeón de grupo.
Los cuartos de final entre Francia y España resultaron ser un partido tremendamente igualado y en el que sólo los pequeños detalles y ese ‘otro fútbol’ del que tanto hablaba Luis Aragonés y del que España adoleció muchos años (y adolece aún, seguramente) posibilitaron la victoria francesa. Se adelantó Francia al filo de la media hora, con un gol de Zidane, empató Mendieta, de penalti, para España y Djorkaeff, aún en el primer tiempo, pondría el 2 a 1 para Francia que resultaría definitivo. Tuvo España la ocasión de llevar el partido a la prórroga cuando, en el minuto 89, disputo de un penalti a favor; pero sin Mendieta (habitual lanzador) en el campo, Raúl trato de ajustar tanto el disparo para superar a Fabien Barthez, que lo acabó tirando fuera de los tres palos.
Y Francia se fue a jugar las semifinales frente a una selección portuguesa que llevaba un camino inmaculado. Cuatro partidos en el torneo, cuatro victorias: Inglaterra, Rumanía y Alemania, en el citado grupo A y Turquía, en cuartos de final fue las víctimas de los Nuno Gomes, Figo, Joao Pinto, Costinha, Sergio Conceiçao…
Y a fe que le costó vencer a los portugueses, que se adelantaron en el marcador gracias a un gol de Nuno en el primer tiempo; Henry empataría ya en el segundo período y el marcador no se movería hasta el minuto 117, finalizando ya la prórroga, gracias a un gol de penalti de Zidane. Eran los años del ‘gol de oro’ y ese gol dejaba automáticamente eliminados a los portugueses y clasificaba al combinado bleupara la gran final.
Final que disputaría frente a Italia y que resolvería nuevamente de forma agónica. Tras un primer tiempo sin goles, Marco Delvecchio adelantaría a Italia en el minuto 10 de la continuación. Y cuando la azzurra ya (casi) celebraba el título, Sylvain Wiltord equilibraba el marcador y llevaba el partido a la prórroga. Una nueva prórroga y un nuevo ‘gol de oro’, de David Trezeguet en este caso, que daba a los franceses su tercer gran título, segundo consecutivo.
David Trezeguet, autor del ‘gol de oro’ que daría el título a Francia (Foto: gazzettaworld.it) |
Fueron muchas las dificultades, cierto; pero no es menos cierto que aquella generación francesa, al margen de la indiscutible calidad de muchos de sus integrantes, alcanzó unos niveles de compenetración y de compromiso difícilmente superables. Fue dos años mágicos, logrando hitos al alcance de muy pocos pero que acabaron de una forma mucho más brusca de la que cabía esperar: en la siguiente gran competición internacional, el que era vigente campeón de Europa y del mundo caería en la primera fase, en un grupo completado por Senegal, Uruguay y Dinamarca, logrando apenas un punto en tres partidos y sin anotar un solo gol. Cierto es que hombres como Desailly o Deschamps habían abandonado el combinado nacional y que dos años más en el DNI influyeron de forma decisiva en algunos otro jugadores pero el despertar del sueño fue muy cruel. Demasiado, tal vez.