El 19 de abril de 1989 tuvo lugar en Milán uno de los encuentros más recordados de la historia del fútbol moderno: la contundente victoria del Milan sobre el Real Madrid por cinco goles a cero en partido de vuelta de las semifinales de la Copa de Europa de aquel año. Dando solo un par de pinceladas de aquella época, para poner este resultado en contexto, decir que el Milan estaba presidido desde 1986 por un recién llegado Silvio Berlusconi y entrenado desde 1987 por un absoluto desconocido por aquél entonces: un Arrigo Sacchi que, en su primera temporada, lograra alzarse con el Scudetto de 1988, que daría acceso a los rossoneri a disputar la Copa de Europa 1988/89. Y que enfrente de aquel Milan comparecía el Real Madrid de la ‘Quinta del Buitre’, a juicio de muchos, el mejor equipo de Europa en los tres o cuatro años anteriores y al que suele decirse el fútbol debe una Copa de Europa.
Pero la puesta en escena de Sacchi, sublimemente interpretada por los Baresi, Maldini, Donadoni, Ancelotti, Gullit, Rijkaard, van Basten… pondría definitivamente a aquel equipo en el radar de aficionados, periodistas, analistas y estudiosos del fútbol… Esa forma de juego, esa presión adelantada, esa defensa en zona, ese moverse los diez jugadores de campo todos al unísono, como manejados por hilos invisibles… venía ya plasmándose desde el minuto 1 de su llegada al banquillo rossoneri y no era sino la continuación de la labor llevada a cabo en el Parma y que había hecho Berlusconi pudiese sus ojos en él.
Hoy, que Silvio Berlusconi acaba de decir adiós al que ha sido su gran amor y su gran entretenimiento (en el buen sentido de la palabra) en los últimos 31 años, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que aquel partido fue el culmen, la cúspide, la cima, la obra maestra, el perfecto reflejo de estos años; o, al menos, de los veinte primeros, en los que acumularía hasta 5 Copas de Europa. Fue aquel primer Milan de Berlusconi un auténtico ciclón que amenazaba con llevarse por delante (y se llevó, de hecho) a cualquier equipo europeo que se le pusiese enfrente: aquella semifinal frente al Real Madrid no sería sino el preludio de la primera Copa de Europa de Silvio (tercera para el Milan, tras las ganadas en 1963 y 1969 de la mano de otro mito, Gianni Rivera), ganada en el Nou Camp al Steaua de Bucarest… y de la segunda, lograda solo un año más tarde al derrotar al Benfica en el Prater vienés.
Y pocos años después, en 1994 y ya de la mano de Fabio Capello, a quien Arrigo Sacchi había dejado como ‘el heredero del legado’ cuando tomó las riendas de la azzurra, llegaría la tercera para don Silvio; y llegaría en forma de otro espectacular ‘destrozo’ a un equipo español: un 4 a 0 demoledor al FC Barcelona en Atenas, en lo que sería, de facto, el final del Dream Team de Johan Cruyff. Y, si hablamos del apartado doméstico, el Scudetto de 1988 que daría pie a las dos Copas de Europa consecutivas (recordemos que, por aquel entonces, solo el campeón de cada país jugaba la Copa de Europa) tendría su continuidad en los años, con 5 ligas en aquella década.
Pero, poco a poco, como un lento goteo, sin aparentes cambios drásticos, aquel mágico y arrollador equipo fue languideciendo… la crisis económica, en general; la de las empresas de Berlusconi, en particular y, por qué no decirlo, la focalización de Silvio Berlusconi en otros menesteres (política, básicamente), hicieron que la inversión en jugadores fuese cada vez menor, que el nivel de la plantilla se resintiese y que, como lógica consecuencia de todo esto, los títulos se fuesen espaciando cada vez más. No obstante, incluso con toda esta concatenación de factores que hubiese hundido a casi cualquier equipo, ese gen competitivo que tienen los italianos provocó que un Milan mucho menos potente, sobre el papel, que el de años atrás, fuese todavía capaz de levantar otros dos Copas de Europa, 2003 y 2007, ambas de la mano de Carlo Ancelotti, protagonista sobre el césped de las tres primeras de la era Berlusconi.
Y, a partir de ahí la (casi) nada. Un título de Liga en la campaña 2010/11, a las órdenes de Massimiliano Allegri, hoy técnico de la Juventus, y un par de Supercopas italianas es el pírrico bagaje de los últimos 10 años en un equipo que, hace no tanto, tuvo la ilusión de superar al Real Madrid como equipo con más Copas de Europa. Y, salvo que alguien lo remedie, la cuesta abajo parece no tener fin; de hecho, en las tres últimas campañas ni siquiera ha logrado clasificarse para competición europea. Demoledor el dato, sobre todo, si se mira con un poco de perspectiva este artículo.
No parece el mejor cierre para Silvio Berlusconi, el hombre que levantó cinco Copas de Europa en menos de veinte años. Sea por la falta de capacidad económica, por el hastío o por lo que sea, sus últimas decisiones no han estado a la altura. Por el bien del Milan y del fútbol italiano (y europeo, me atrevería a decir), esperemos que su última decisión, la venta de la sociedad al grupo inversor chino Rossoneri Sport Investment Lux haya sido acertada.
Con el acuerdo rubricado formalmente el pasado jueves, los nuevos propietarios ‘debutaron’, cosas del destino, este sábado en el Derby della Madonina, frente al Inter, propiedad de otro grupo inversor chino, Suning, en este caso. Sobre el césped de san Siro, más allá de los tres puntos en juego, flotaron el final de una época (la Berlusconi) y el definitivo advenimiento de otra, la del capital chino. Confiemos sirva para volver a poner, en el caso que nos ocupa, al Milan en el sitio que por historia se merece y no para continuar la imparable cuesta abajo que vive hace ya demasiados años; o no, incluso, para algo peor.