Cuenta la leyenda que hubo un día un niño que nació en Madrid, porque su madre empeñóse en que naciese allí, aunque sus padres vivían por aquél entonces en Ferrol. Y ese niño se crió en Ferrol y, por mucho que a muchos les pese, ese niño se siente gallego.
Sigue contando la leyenda que ese niño era muy asmático y el clima de Ferrol le venía muy mal. Y, por esa y otras razones, sus padres se trasladaron a vivir a Madrid. Y fueron a vivir a 500 metros del Santiago Bernabéu. Pero al que su padre, madridista él, jamás llevó al fútbol. Y al que su tío llevó al Calderón, por primera vez, a ver un partido amistoso del Atleti contra el Toledo: y vio a Luiz Pereira, a Rubén Cano, al ‘Ratón’ Ayala… Y se enamoró de aquellos colores rojos y blancos. Para siempre.
Y un niño que empezó a ir al Calderón siempre que se lo podía pagar. Y un niño al que su padre, madridista él, pagó el abono del Atleti dos o tres años. Y un joven, ya, que no trabajaba todavía y al que su padre dejó de pagarle el abono del Atleti “porque Gil había añadido la cuota de IVA al abono”, subiéndolo de 2.000 a 2.240 pesetas, que aún se acuerda ese niño de las cantidades. Y al que su padre dio su paga mensual descontadas las 2.240 pesetas.
Y un joven que, desde entonces, se pagó su abono con su paga los años que podía. Y los que no, pues, no. Y un joven que, desde que empezó a trabajar, en 1995, pagó cada año su abono del Atleti. Y que ha ido al Calderón cada domingo y cada miércoles, ganase o perdiese el Atleti, abrasase el sol o nevase, jugase el Atleti semifinales europeas (frente a Parma o Lazio) o jugase en Segunda (con el ‘Poli’ Ejido o Racing de Ferrol, querida ciudad para ese joven, ironías del destino)…
Un joven que se ha metido en las tres filas de asientos que hay en el Calderón debajo de los palcos VIP para resguardarse de una tormenta de nieve en un partido frente al Athletic; un joven que, recién llegado de Lanzarote un puente de Diciembre, fue al Calderón a ver la vuelta de unos octavos de final de UEFA, frente a la Real Sociedad, ‘muriéndose’ de frío en 1998, el día del desgraciado asesinato de Aitor Zabaleta… Y que tenía tanto frío que, por primera y única vez en su vida, le ‘daba igual’ perdiese o ganase el Atleti; sólo quería no hubiese prórroga para irse a su casa… (Por cierto, hubo prórroga y ganó el Atleti)… Un joven que ha visto al Atleti ser campeón de Copa, en el Bernabéu, en 1991 y 1992, frente a Mallorca y Real Madrid… Que no pudo ir a la de 1986, también en el Bernabéu, frente al Athletic, porque perdió su entrada (sí, así de despistado era y sigue siendo)… y la encontró días después, en su propia casa…y la sigue teniendo guardada, como todas y cada una de las entradas de los partidos a los que ha ido, en Primera, Segunda, competición europea o amistoso… en el Calderón o en A Malata (cuántos recuerdos)… en Riazor o el viejo San Mamés (cuánta historia allí)…
Un joven que jamás ha dado la espalda al Atleti. Un joven al que, el día en que el Atleti de Antic ganó la Copa del Rey al Barcelona en 1996, sus amigos, durante el partido, hubieron de irlo a buscar varias veces fuera del bar de Madrid donde lo estaban viendo, porque se moría de la angustia y no quería seguir viendo el partido… Y al que sus amigos han levantado del suelo, ese mismo día, llorando cual niño pequeño, porque el Atleti había sido campeón… Un joven que ha visto al Atleti ser campeón de Liga en el Calderón, frente al Albacete, en el que ha sido uno de los días más felices de su vida… Un joven que ha visto en el Calderón la Copa de Europa del 97… Y que llegó, por los pelos, desde el trabajo, al partido frente al AJAX, vestido con chaqueta y corbata… Y que se marchó del campo, en el minuto 10 de la prórroga cuando Ronald de Boer marcaba el 1 a 2, porque ‘su’ Atleti estaba fuera de las semifinales… y que se dio la vuelta y volvió a entrar al campo pensando “si marcamos, volvemos a estar a un solo gol de la semifinal”… Y que vio el resto de la prórroga, ya sin asiento, en las escaleras de las tribunas del Calderón… Y que aquella noche lloró mucho… y, masoca que es, llegó a casa y se vio otra vez el partido completo grabado… sí, completo, con prórroga incluida, que no es una broma, para intentar entender porqué había perdido ‘su’ Atleti…
Y un joven que ha visto al Atleti bajar a Segunda, en aquel fatídico partido en Oviedo, con aquel penalti fallado por el gran Jimmy Floyd Hasselbaink… Y que ha visto al Atleti no subir a Primera en aquel partido en Getafe (o en Leganés, que la edad ya hace sus estragos, y no se acuerda) y que, fíjense ustedes lo inocente es, puede hiciese aquella noche la única ‘gamberrada’ de su vida: apuntar, en un pedido a un proveedor en la puerta de un bar cerrado, que se necesitaban 10 cajas de Trinaranjus, en lugar de una…
Y un joven al que sólo una terrible enfermedad (recuperada), de la que muchos no han vuelto, apartó temporalmente del Calderón… (“Tu eres un superviviente”, le dijo un médico).
Y ese joven se fue haciendo mayor. Y se enamoró. Y se casó. Y (“sus problemas con las mujeres”, que cantaba Loquillo) dejó de ir al Calderón con tanta regularidad. Y (“sus problemas con los Gil”), renunció a su abono. Pero siempre conservó su carnet de socio para seguir teniendo su antigüedad y su número que, aquí donde lo ven, está por debajo del 8.000. Pese a las reticencias de su mujer, que no entendía por qué se pagaba una cuota “sólo por conservar un número”. No es “un número”; es EL NÚMERO, sin más.
Y este joven, convertido ya en hombre, tuvo un hijo. El 24 de Marzo de 2011. Y un hijo que el 29 de Marzo de 2011, cinco días después de nacer, era socio del Atleti, pese a las reticencias (otra vez) de su mujer. Reticencias no por el hecho en sí, sino porque fuese apenas cinco días después de nacer. Guardado tiene ese padre, además de sus carnets, sólo faltaba, su hoja de registro en el Atlético y el ‘papel’ de la ORA (Organización Regulada del Aparcamiento) para aparcar en Madrid, frente al Calderón.
Y ese hijo empezó a crecer. Y ese padre trató de inculcarle su amor por el Atleti. Y ese niño, listo, como su madre (gracias, Ana) y no como su padre, por cierto, y muy ‘chinchón’ decía a su padre que era del Madrid pero, en el colegio, decía “era del Atleti porque el Atleti era el mejor y su padre era del Atleti”.
Y ese padre llevó a su hijo, en un pub de Madrid, a ver el partido frente al Barcelona el 18 de Mayo de 2014, partido que nos podía dar el título de Liga. Y ese niño, con sólo 3 añitos, se asustó cuando ese padre gritó el gol de Godín que hacía al Atleti campeón de Liga. Y ese padre, en lugar de celebrar como se debía ese mágico gol, hubo de salirse a la calle a tranquilizar y consolar a ese hijo, que no entendía por qué su padre (y el resto del bar) habían gritado así. Y ese hijo se dedicó, a partir de ahí, a ver dibujos en una tablet que tenía otro padre de otro niño del Atleti. Y ese niño no vio la final de Lisboa, era muy tarde para un niño de tres años. Y ese padre lloró aquel día, como si no hubiese un mañana. Y a ese padre le decían había que estar muy orgulloso y no llorar; pero ese padre no sabía, no podía. Sólo lloraba. Lloraba porque no había visto a ‘su’ Atleti ser campeón de Europa.
Y llegó 2015. Y ese padre se fue a México a trabajar. Y ese niño se quedo, momentáneamente, en Madrid. Y ese Atleti, con 400 millones menos de presupuesto, peleó la Liga hasta el penúltimo partido. Y fue avanzando, ronda a ronda, en la Champions. Eliminando, uno tras otro a campeones de Liga:Kazajistán, Turquía, Portugal, Holanda, España, Alemania… todos los que fueron pasando.
Y llegó la final de Champions. Un padre en Ciudad de México y un hijo en Madrid. Un padre que, otra vez, lloró mucho, muchísimo, tras ver que el Atleti perdía otra vez la final de la Copa de Europa; sólo, él sólo, en México. Un hijo que, en Madrid, se puso su camiseta del Atleti antes de empezar el partido, que animó al Atleti en toda su inocencia de cinco años y que, pese a la derrota, insistió a su madre en que dormiría con la camiseta del Atleti, que nadie se la quitaba. Y una madre que, gustándole poco el fútbol y siendo, dentro de no gustarle el fútbol, del Madrid, animaba al Atleti (gracias, Ana, otra vez).
Y aunque la historia sea muy dura (no diré injusta porque ‘las finales no se juegan, sólo se ganan’), hay algo que tiene reservado para ese padre y ese hijo. Ese padre ha hablado hoy con ese hijo y le ha prometido que el triunfo definitivo lo verán juntos, que el Atleti no había ganado ayer porque no estaban juntos, porque estaban a 9.000 km. de distancia; y ese hijo ha contestado: “¿De verdad, papá, de verdad que vamos a ver ganar al Atleti la Copa de Europa juntos?”
NUNCA DEJES DE CREER.
P.D.: Puede esta historia no esté muy ordenada, pero es como le ha surgido a uno. Y necesitaba escribirla hoy.
Nota del Autor: Escrito el pasado 29 de Mayo de 2016 para @TFM_web